Un paciente después de varias sesiones pregunta al terapeuta, ¿de qué me sirve saber a qué tengo miedo? Ufffff, ahí le has dado. Tengo que pensarlo, reflexiona para sí el terapeuta. Así que démosle una vuelta a esto. Los miedos y El Miedo en mayúsculas. Todo es el mismo fantasma. Lo que está claro es que saber es clave para conocer cómo superar el miedo
El primer paso para superar el miedo
Para empezar el paciente puede estar haciendo la pregunta por pura resistencia a lo que se está dando en la terapia: no quiere mirar lo que le da miedo y plantea una duda que intelectualiza la sesión y evita confrontarse con su interior. Deja de hablar de sí mismo y sus miedos y habla de la idea del miedo, que es mucho más distante. Creo que es necesario acompañar al paciente en cuestionarse porqué ha hecho esa pregunta, que le ha movido y cómo es que ha escogido ese momento en particular.
Pero no solo es eso porque en realidad ha sabido poner en un compromiso al terapeuta (que, en principio está entrenado para que le pongan en compromisos y salir airoso. ¡Y además bendito compromiso!) Para el terapeuta es uno de esos momentos tremendos porque el paciente le está cuestionando en su razón de ser: ¿este camino de verdad me sana?, ¿puedo confiar en ti?, ¿para qué hace lo que haces?, Es una duda casi epistemológica. La primera respuesta es la obvia, para poder ver cómo se supera el miedo primero habrá que conocerlo y no mirar hacia otro lado.
Como terapeuta no me gusta devolverle solamente su pregunta al paciente para que investigue porqué la ha hecho. Sí, le ayudaremos a cuestionarse todo eso pero que sea un quid pro quo, merece que le demos un pequeño respaldo por el hecho de haber sido así de certero, darle un soporte, una mano al abismo que presupone saber de sí mismo, un poco de tierra donde apoyarse porque al fin y al cabo esa cuestión es esencial. Por lo tanto, le doy mi perspectiva en el momento en que pueda dárselo porque, faltaría más, quizá necesito tiempo para elaborar. Entonces, elaboremos: ¿para qué le vale saber sobre sus miedos? Yo diría lo siguiente.
El miedo no es solo un enemigo
El miedo es útil. Lo sabemos. No hablaremos de ello. Simplemente recordar que nos salva la vida y si no nos la salva por lo menos nos rescata de muchos apuros. Pero luego esta su cara oculta que es bien oscura. Enorme. No lo hagamos de menos tampoco.
El primer motivo es ese mismo: precisamente nos vale para dar valor al miedo en positivo, el que nos salva. Si no miramos a qué tenemos miedo, ¿cómo podemos saber cuál es el que nos ayuda a vivir y cuál es el que nos fastidia la vida? Para poder abrazarlo y abrazarnos con él es necesario conocerlo como quien construye un personaje de una obra de teatro, porque al fin y al cabo el miedo es uno de los grandes protagonista en la película de nuestra vida.
La segunda razón es casi más básica: ¿si no miramos a que tenemos miedo como sabemos que le tenemos miedo realmente? Igual dejaríamos de tenérselo si miráramos la cosa. Diríamos, pues no es para tanto y seguiríamos para adelante tan panchos. O quizá no, veríamos que realmente es pavoroso de verdad, pero por lo menos estaría más acotado, más centrado y localizado para poder afrontarlo.
La Autotrampa
Por otra parte, no mirar los miedos, no saber sobre ellos, no existe. Es así de claro: no existe, no es posible, no es verdad. Uno es el mejor conocedor de sí mismo, todos sabemos que ahí hay algo. Sabemos de nuestros miedos en niveles de nosotros no conscientes, así que vivimos con ellos y en función de ellos. En realidad sí que los vemos pero apartamos la vista… notando su temible presencia siempre.
Así que mirémoslos de frente. Y sí, es cierto, afrontarlo no es cualquier cosa. Es tremendamente complicado porque es una gran lucha, una valiente batalla, de las que más fortaleza requiere. Pero también vulnerabilidad. Sí, vulnerabilidad, debilidad, como queramos llamarlo -a mí me gusta la expresión ponerme blandito-. Está claro que lo que alimenta el miedo es estar siempre fuertes, duros, rígidos todo el tiempo, no saber atendernos en nuestra debilidad con ternura y compasión. Y además mirarlos de frente anula, poco a poco, con trabajo, no de un día para otro, su peor efecto: el miedo al miedo. El maldito amplificador del miedo es el miedo a tenerlo. Muchas veces, quizá la mayoría, hacemos de un grano de arena una montaña entera. El miedo al miedo lo amplifica exponencialmente, lo vuelve exagerado, inabarcable y aplastante. Y esta es la principal razón para mirarlo. Sana enfrentarlo, porque se ve lo que es y no lo que nos creemos que es.
Cómo superar el miedo
Hay mucho de reparador en mirar los miedos. De hecho volverle la cara al miedo y el síntoma tienen mucho que ver como explica aquí el psicoanalista Javier Arenas. Además es sano darse cuenta de que aquello que parece un mar inabarcable en realidad es un charco o quizá una piscina que puedo acotar. Y acotar es manejar lo que antes me parecía el infinito de la peor de las pesadillas. Así que es eso, el hecho de mirar el miedo lo hace menos terrible.
Esa sería mi respuesta al paciente. Repito lo de siempre, ponerlo sobre el papel es fácil y en realidad nada es tan clarificado como en un escrito queda pero sí que creo que la cosa funciona así.¿Qué os parece? ¿Estáis de acuerdo?