Vivencias del E6 (1): el gancho

Siento que avanzo con mucha dificultad. Me veo un gancho clavado en la espalda con una cuerda elásticas atada y yo tiro y tiro, camino, me esfuerzo en dar pasos pero llega un momento de absoluta tensión, la cuerda al máximo, el sudor corriéndome por la cara y no puedo avanzar ni un milímetro más.

Tengo miedo mientras te cuento esto. El gancho solo lo siento cuando tomo conciencia de él. Se me despierta un terrible dolor en todo el torso como si el metal quisiera arraigarse muy adentro, entre las vísceras, alrededor de mi columna y las costillas como una enredadera.

Miro atrás y el otro extremo no se ata a otro gancho; entra en una especie de nube eléctrica que se mete dentro de si misma, como la concentración de un millón de tormentas, una implosión de objetos masivos o la locura de alguien enterrado vivo. Es espantoso. De esa cosa sale la cuerda. Caroline, ven hacia la luz. Y ya no intento correr para avanzar. Quiero mantener la cuerda todo lo tensa que pueda para no dejarme atrapar, como la víctima que se encuentra a un palmo de la lengua húmeda de un gigante baboso.

Aun así el aliento entero la envuelve.

Estoy extenuado, me resisto, sigo sosteniendo la tensión y de pronto escucho una voz más lejana, cálida, experta, que me dice, suelta, afloja. Me relajo un poco, apenas un milisegundo que me permite coger aire , casi olvidarme de la nube eléctrica y se me afloja la tensión. Pero dura muy poco, enseguida vuelvo a mi realidad, el ruido, la tensión, la carrera absurda y la voz de lejos, ya no está, la odio, creí que podría, la puta esperanza; es, la voz, como unas vacaciones ya olvidadas, en foto, no vividas, sin recuerdo físico; y yo llorando de la cuerda, extenuado, agotado, llorando, gimoteando como un niño asustado que suplica por no caer en esa condensación.

¿Cuántas veces me he obligado a mirar dentro de ese pozo de cargas eléctricas del fondo de mi alma? Alguna vez pensé que diluiría ese horror como un azucarillo sumergido en un vaso de leche tibia. Pero es mentira, es el sueño reparador de ese niño que ya no soy, la desnudez de un cuerpo cálido o de un libro abierto por la primera página.

Esa jodida mentira que se añade al cansancio total. La frustración. La sensación de que puedo llegar al otro lado del desierto y no llego nunca porque todo son engaños. ¿De dónde me sale esa esperanza?

[Los links enlazan a cualquier otra cosa que me interese y aparezca en el texto y sobre todo a conceptos de física que, cada vez más, aparecen en lo que escribo.]